Catalepsia. Terrible condición que causó en siglos pasados revuelo y revolución en la medicina; así como terror e inspiración literaria.

Desde la prehistoria nuestros antepasados velaban a los difuntos como un homenaje y para cerciorarse de que no estuvieran vivos a la hora del entierro, debido a un padecimiento conocido como catalepsia lo que provocó Tapofobia en la población (ya que había el temor de ser enterrado vivo a lo que se le conoce técnicamente como tapofobia,)  que aterró (aterrando) a la ciudadanía durante el siglo XIX antes de la llegada de la medicina moderna que logró confirmar la ausencia de signos vitales en el deceso y disminuir la fobia (con lo que se pudo comprobar la muerte y disminuir la fobia), aunque esta siga presente hasta nuestros días.

Los médicos durante los siglos XVI y XVIII estaban muy conscientes del entierro prematuro y se tenía especial cuidado con los pacientes con cuadros de histeria y disposición nerviosa de no ser enterradas tras tres días de haber sido declarados muertos, esto en los casos por muerte natural o enfermedad, quedaban excluidas las muertes por accidentes o asesinato.

Varios escritos publicaron durante la edad victoriana (1837-1901) historias similares, generando horror en lugar de admiración. En Inglaterra durante los inicios del siglo XIX abundaban hechos sangrientos y novelas en los que se narraban historias de asesinatos, torturas, combustión humana espontánea, etc., en donde uno de los temas favoritos fue la inhumación prematura que era narrada a detalles causando horror al lector.

Edgar Allan Põe escribió varias novelas de terror sobre el tema, una de las más conocidas fue “El entierro prematuro” donde el personaje tiene pánico a ser enterrado aún con vida por error debido a la catalepsia, problema que ha ido agravando con el tiempo.

La catalepsia es un trastorno repentino en el sistema nervioso caracterizado por la pérdida momentánea de la movilidad  y de la sensibilidad del cuerpo, ya sea voluntaria o involuntaria. Durante este estado biológico el cuerpo permanece paralizado; yace inmóvil, en aparente muerte y sus signos vitales son muy débiles, cuando en realidad el cuerpo sigue con vida ,en un estado que podría ser consciente o inconsciente; en ciertos casos el individuo se encuentra en un vago estado de conciencia, mientras que en otros pueden ver y oír a la perfección todo lo que sucede a su alrededor.

En 1740 “los signos mortales”, tesis de Jaques.Benigne Winslow, profesor de anatomía en el Jardín Du Roi, sirvió como base para que Jean-Jacques Bruhier D’Ablaincourt  médico parisino, decidiera que tenía que esta información fuera de conocimiento público, entonces la tradujo del latín al francés aportándole considerables ideas propias.

El interés fue instantáneo lo que llevó a su traducción al alemán, italiano, holandés , español, danés y sueco, para 1746 ya se había traducido al inglés. Pero ¿qué es lo que hizo al libro de Jaques Benigne un éxito y por qué nos interesa retomarlo?, esto se debió  a que presentó casos divertidos y bien atestiguados de personas que volvían a la vida en ataúdes, en sus sepulcros o bajo las manos de los cirujanos.

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